domingo, 12 de septiembre de 2010

Soy yo...

Parecía más viejo de lo que era. Miraba la televisión, aunque con la mirada perdida. En la sala vacía, él miraba la televisión, sentado en su silla de ruedas. Las cuidadoras lo traían después de la siesta, porque creían que le gustaba esa serie donde salía ese actor tan estupendo en su papel de cirujano. Él sólo miraba, más allá de la pantalla, más allá de la serie, con la mirada perdida. Los otros residentes preferían estar en el jardín. Él no.

Los estragos de la enfermedad hacia tiempo que habían limitado su capacidad de comunicación con el mundo real. Su mundo era la tele. Su mundo era aquella serie.

Por la puerta entraba una visita. Un joven alto, de aspecto estupendo, las cuidadoras abrían unos ojos como platos, lo miraban de reojo, le sonreían con una sonrisa cómplice, era el de la tele, era el de la serie, él les sonreía amable. Como cada semana cuando tenía un alto en el rodaje venía a verle, a la sala vacía, y buscaba su mirada perdida, la que miraba la tele, la que miraba la serie, la que miraba más allá, intentando vanamente que le reconociese.

Unos años atrás, la discusión previsible:¿actor?, hijo, dedícate a algo serio, medicina, derecho, hay tantas cosas que podrías hacer...

En la sala vacía, el joven miraba a su padre. Su padre no le miraba a él, miraba la tele, miraba la serie, tal vez le gustaba....

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